Gisel Contreras

Estando en un contexto de encierro, donde consumimos imágenes bidimensionales en alta definición, me reencontré con un aparato digital ya obsoleto. Un teléfono “low-cost” manufacturado el 2007. No posee señal, por lo que no puede comunicarse con otro celular, pero no solo eso: su cámara es mediocre y las imágenes de mala calidad. El espacio que tiene para guardar un vídeo es mínimo. Y sin embargo lo utilizo para grabar, ya que me interesa hacer un registro diario de mi vida en contexto de pandemia. Me interesa además la pérdida de información que se produce en este aparato. Lo onírico se hace presente en esta visualidad misteriosa y negativa de bajos pixeles. Me interesa este dispositivo, porque me regresa a un pasado en que las imágenes eran mucho más valiosas, y mi vida, mucho más simple.

MEMORIA DE OBRA
>LA PÉRDIDA EN LAS IMÁGENES<
Negar, soñar y ocultar en el arte

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