DONDE ACABA EL MUNDO, SE CAEN LOS OJOS
Exposición en Facultad de Arte Arquitectura y Diseño
Agosto 2023
Artistas:
Josefina Bardi
Katherine Canales
Josefina Frías,
Catalina Huala
Sofía Pucher
Denisse Villalobos
Curatoría:
Bernardita Croxatto
Camila Ramírez
Edición:
Bernardita Croxatto
Andres Jösch
Angello García
Camila Ramírez
Rodrigo Rojas
Producción serigráfica:
Juan Esteban Reyes
Producción risográfica:
Angello García
Colaboraciones:
María José Cares
Antonieta López
Se sabe desde hace varios siglos que la Tierra es redonda, pero no fue hasta que Fernando de Magallanes cruzara el estrecho, que ésto se instaló como una realidad objetiva. Podría decirse, de acuerdo con alguno/as historiadore/as, que este acontecimiento mal llamado “Descubrimiento de América” marca el inicio de la modernidad.
Descubrir, definido como venir en conocimiento de algo que se ignoraba, ha sido una de las cualidades estructurales y un valor superior del ideal moderno. Venir en conocimiento como el acto de hallar, registrar, alumbrar o revelar lo oculto, puede trasladarse también a los procesos de la visión y de la producción de imágenes. Sobre la supremacía del ojo se fue construyendo la cultura moderna, desde la invención de la perspectiva cónica en el S.XV capaz de traducir con verosimilitud la realidad tridimensional a una superficie bidimensional, que a su vez comandaba la mirada del espectador hacía un único punto de vista, hasta la invención de la cámara fotográfica en el S.XIX capaz de captar y reproducir eventos como un fragmento verosímil de la realidad; es así como la producción de conocimiento ha sido un continuo hallar, registrar, alumbrar y revelar.
Con el desarrollo de dispositivos, instrumentos ópticos y técnicas de observación que permitieron la medición y estudios de los fenómenos de la percepción, la modernidad eurocéntrica instaló la visión y los sistemas de representación visual como constitutivos de objetividad (que se utilizaban también como juegos o ilusionismo) que pretendían, desde la razón, afirmar verdades universales y comprobables, que, a su vez, se recogían en la escritura como sistema de validación para fijar dicha verdad. Este proceso se consagra con los innumerables avances tecnológicos desarrollados en los siglos XVIII y XIX, misma época en que por “métodos aparentemente comprobables” e ilustrados, se establece y normatiza una jerarquía de las vidas a partir de las categorías de género y raza, exteriorizadas visualmente en los cuerpos suprimidos cultural, política y económicamente a partir de la barbarie o la histeria.
Esta ambivalencia de lo visual, verdad – ilusión ; objetivar – suprimir, se fue complejizando hacía la explosión de los medios masivos de comunicación, aparentemente democráticos, en dónde la información estaría al alcance de todas y todos, pero que, a la vez comanda y controla la narrativa de los acontecimientos desde un único punto de vista, como lo son la perspectiva y la fotografía. Sobre la continuidad en el desarrollo de los dispositivos visuales y medios masivos se configuró la cultura contemporánea, alcanzando una red compleja de sistemas de vigilancia y de proyección de la identidad en el mundo globalizado. Hoy existen múltiples puntos de vista superpuestos, que de tanto transparentarse no hacen más que ocultar lo que realmente está ocurriendo, la luz que alumbra también encandila.
La era digital y las formas de comunicación virtual, que producto de la pandemia del Covid-19 suplantaron de manera radical la experiencia tridimensional de la realidad, nos relegaron a una imagen aplastada y delimitada por el marco de una pantalla iluminada. Con un flujo inabarcable de información visual, la pantalla ha reemplazado el contacto por la conectividad. La tridimensionalidad se vuelve una representación, fragmentada y finita de los espacios y los cuerpos, disociando temporalidades y ritmos vitales propios de la carne; somos mucho más imagen que carne. Somos una iteración de imágenes simultáneas e instantáneas que no pueden constatarse, ni contestarse con la presencia.
Un virus es una imagen invisible, está en todas partes pero no podemos verlo. Es el organismo vivo más pequeño que existe y, sin embargo, es una forma inabarcable para nuestra visión; del mismo modo en que es inabarcable la forma gigantesca de la Tierra. Ambas surgen como representaciones dadas; en el caso del virus desde la nanotecnología, en el de la Tierra, desde la macroingeniería. No podemos abarcar estás imágenes con la mirada y hemos asimilado ambas como realidad a partir de la construcción y representación del conocimiento científico.
Los Terraplanistas proponen que la imagen esférica de la Tierra no es más que un acuerdo entre mecanismos de poder político e instituciones científicas para instalar y disciplinar el conocimiento y, por tanto, las conductas sociales. Su versión de la Tierra es una imagen aplastada y finita, una imagen configurada en el seno de la desconfianza que percibe cualquier relato oficial, como el síntoma de una conspiración, a la vez que crea sus propios dispositivos de medición y métodos de representación (aparentemente científicos), aunque respondan antojadizamente a los fenómenos de la visión, como las apariciones marianas o la restauración del ecce homo.
Ver para creer. Según el evangelio de Juan (20:24-29), el apóstol Tomás llegó a decir: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”. Por alguna razón, la frase que se adoptará de manera popular hasta nuestros días, dejó completamente fuera al tacto. Solo se puede ser testigo de lo que se presencia, pues todos los dispositivos de registro son susceptibles de ser mediados o alterados. La presencia no puede ser jaqueada. Santo Tomás y Magallanes necesitaron comprobar físicamente, tanto la hipótesis de la resurrección, como la de la forma de la Tierra y ambos requerían co-presencia para tales efectos, aunque a uno se le adjudique la metáfora de la falta de Fe y al otro la verdad sobre la forma de la Tierra.
La imagen, que fue un modo de control de la narrativa desde tiempos del poder soberano, no parece haber cambiado su estatus en la actualidad, en la que una proliferación de estas nos llegan a través de dispositivos diversos sin que podamos corroborarlos, y aún así estás imágenes pueden ser constitutivas de realidad, a la vez que, y por lo mismo, nos generan una desconfianza radical en la que no podemos diferenciar realidad de simulacro. Es por la puerta de la visión que entró la dominación psico-cognitiva a dogmatizar nuestra mirada, no como los soberanos y eclesiásticos de siglos pasados, que hacían circular una imagen única e “iluminada” para dejar los ojos homogéneos, sino todo lo contrario, haciendo circular en torrentes inagotables una polifonía de imágenes que nos encandilan, como un hechizo luminoso que hace caer nuestros ojos en los bordes del mundo-planeta donde se acaba la piel.
Entonces, ¿cómo podemos constatar la forma de algo imposible de ver? La ambivalencia de las imágenes radica en que pueden ser entendidas en su función de documentos fidedignos y objetivos, a la vez como dispositivos de montaje, simulación y dominación, dando lugar a comunidades dogmáticas, tanto de quienes creen sin discernimiento en los medios e instituciones que las producen y reproducen, como por quienes viven articulando o sumándose a teorías conspirativas variopintas, como imágenes mentales colectivizadas. Ambas partes acusan de ignorancia a la otra. El sentido positivista de hallar, registrar, alumbrar y revelar ha quedado obsoleto, pero las imágenes pueden aún regresarnos a otra comprensión del mundo.
En las fisuras de la hegemonía de la Historia, las instituciones y la enajenación de movimientos ultristas, las imágenes son también un dispositivo con el que subvertir relatos de dominación, crear contranarrativas, apelar a la imaginación radical, a los intersticios de la memoria, recuperar otras historias y conocimientos suprimidos o inaugurar la mirada.
Bernardita Croxatto
Camila Ramírez
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DONDE ACABA EL MUNDO, SE CAEN LOS OJOS es el título del primer Laboratorio de Creación Gráfica 2021 y del primer Programa Transdisciplinar 2022 que convoca la Escuela de Arte UDP. Ambos se generaron como una instancia para dar lugar a la investigación aplicada, exploración y creación artística.
Estos procesos se articularon bajo una serie de conceptos en torno a las imágenes desprendidos de la creencia para-científica del terraplanismo y de cómo en esos términos la imagen acontece en condición de montaje o evidencia. En el caso del Programa Transdisciplinar, al que fueron invitados los académicos Rodrigo Rojas Bollo (Literatura Creativa UDP) y Angello Garcia (Diseño UDP), estos asuntos sirvieron como detonantes para la colaboración interdisciplinar, integrando la escritura creativa, la serigrafía, la risografía y otras técnicas y procedimientos que se fueron incorporando al proceso, en el que participaron artistas egresadxs de Literatura Creativa y Arte, entre junio y diciembre de 2022, cuyos procesos se exponen en esta muestra.